martes, 15 de mayo de 2012

La gran ciudad

Señor, haz que no tiemble mi corazón cobarde, hazme fuerte. Porque no sé qué hacer para no ir, no sé qué más excusas tengo que dar para no ir. Por eso te imploro, Señor Dios mío Jesucristo. Hazme fuerte, o mejor, impide que mañana me lleven a Valencia.

Lo de arriba lo decía el domingo, y ayer lunes fui y lo padecí, porque fui, que ni Cristo, y hoy martes lo siento. Lo siento por mí y por ellas, personas todas con asuntos inaplazables, no me canso. Adónde creen que irán... Son personas con razones para sentirse felices o no, pero que todas se lamentan por la situación que viven. Son personas que, enfocadas en los porcientos, en cuánto les falta para llegar, no saben lo que les espera. Son personas que no saben a lo que se enfrentan ni a lo que aspiran. Son personas tristes que no saben que son felices por vivir de esa manera. Son personas negativas inmersas en una atmósfera que no hace más que perjudicarles la salud, además de la creatividad para sortear estos tiempos tan difíciles.
 
Yo no quiero ir a Valencia, yo no quiero salir de mi pueblo, yo no quiero saber a qué juegan las personas en la gran ciudad. Las prisas no son alternativa a estos tiempos tan difíciles. Se trata de analizar nuestro potencial preguntándonos qué podemos hacer para mejorar. Y luego perseguir las posibilidades que tengamos a nuestro alcance. Tenemos que organizar las ideas y crear un método de vida. Conocernos es fundamental para no apretar en exceso la soga, sí, porque lo que no existe no está ocurriendo, y si no es real no debemos angustiarnos por ello.

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