miércoles, 30 de mayo de 2012

Una vecindad de dudoso honor

"Tú careces de lo que otros tienen, y éstos están faltos de lo que tú posees; de esta imperfección surge la sociedad". Christian F. Gellert.

¿Habrá alguna manera de explicar a una vecindad de dudoso honor que la política no puede influir en la cotidianidad de manera vital. Que la política no valida el irrespeto?

Con la que está cayendo, solidaridad (in sólidum), no hay más.

Somos vecinos, y lo somos todos los días de la semana. Antes, esta cercanía solo se distanciaba los fines de semana con el fúrtbol, pero llevamos un tiempo de crisis en mi pueblo que las distancias las marca la política. Lagarteranas de estampado rosa y gaviota. Amores de izquierdas y derechas frustrados. Aquí no hay inocentes. Pueblo fallido en su vecindad.

Tan convencidos están unos de las bondades de los suyos y las miserias de los otros que no hay razones más poderosas. Si fueran más dados a la libertad de expresión, si no se irrespetaran... La intransigencia que se atrinchera en teorías dialécticas que echan en cara reminiscencias del pasado. Embestir de manera bravucona las opiniones de cada cual en asuntos políticos es irrespeto y socava la convivencia.
   
Los de izquierdas y derechas se llevan mal en mi pueblo. Desde la acera de en frente se ven las cosas de otra manera. Es gente buena, trabajadora, es gente familiar... no se entiende. La política no reparte riqueza sino pobreza. Distraídos de nuestras obligaciones ciudadanas no vamos a ninguna parte. Más paro, más recortes, más incertidumbres, más distancias. Qué de las utopías y los sueños. Qué de luchar por una sociedad civil que no sea vilipendiada, vapuleada y violada en su honor. Porque no hubo tiempos mejores sino viejos amores.

(Llevo años alejado del pragmatismo de algunos. A veces me gustaría abrazarlos de nuevo, pero no lo haré mientras no nos abrace la solidaridad a todos).

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