viernes, 4 de mayo de 2012

Nadie escapa a su final

La vida es un camino (de rosas) que pende de un hilo, y cuando éste se rompe se vislumbra un vacío pleno de serenidad. Imaginación... Realidad... Y quién lo sabe: es un verdadero enigma.

El camino permite enfrentar obstáculos, desarrollar vocaciones y crear universos paralelos.

Iluminado por la inteligencia, el humano ser es capaz de emprender el camino y llegar a su destino aún cuando las peores adversidades trastocan sus objetivos trasformándolos en visiones ajenas al equilibrio de la mente. Así las fuerzas del desorden convierten el camino en un tenebroso paisaje y las ilusiones se van hacia otros mundos donde la comunión pueda llegar al abismo intelectual, físico o espiritual. Los miedos atemorizan y el desaliño emocional arrastra la cordura y desmanan las reflexiones apareciendo un vacío interior donde solo crecen las desventuras. Y es que a veces se perturba la razón, se lesiona la mente y se arremete con ira de la peor contra la propia vida; se altera la conducta e incluso se maltrata el respeto hacia los demás. Entonces la vida se convierte en una ciénaga, en un laberinto, en una tumba. (Esencia de una verdad desvelada).

El camino de la vida cuando se recorre lúcido, permite visualizar más allá del horizonte y llevar paz al interior como una sutil manifestación espiritual.
  
Vivir no es fácil. Las metas se alcanzan con esfuerzo, dedicación, constancia, fortaleza, despejando dudas e influencias adversas contrarias al sentimiento que late más allá de la consciencia. La fatalidad que amenaza permanente a lo largo del camino. Por eso conviene ir ligero de equipaje para vencer los temores hasta el último aliento. Nadie escapa a su final.

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