martes, 15 de mayo de 2012

Tercer grado (interrogatorio)

Un periodista amigo me acosa con preguntas a modo de interrogatorio para que confiese mis desvelos, en especial los que tienen que ver con mi presente a la sombra del delirio. 

Pero resulta que, en los últimos años, no ha hecho otra cosa que educarme, enseñarme digo en el arte de la palabra; a defenderla y a amarla. Así, hoy, le dedico con buenas intenciones este alegato haciendo uso de mi derecho constitucional. Y siendo como soy hijo de pueblo ilustre declaro lo siguiente:

Aunque un periodista amigo se haya esforzado con vehemencia y mejor prosa en sus preguntas, la verdad es única: No puedo contestarlas con la mano en el corazón y tampoco con mi ordenador que me ordena (los dos vivimos el mayo francés y aún nos duele) porque no sabemos. Por eso, bohemios, mi ordenador que me ordena y yo, exigimos que medie en nuestro conflicto una dama en su poesía.

No puedo seguir faltando a la ley de derecho de autor copiando sus preguntas y contestándolas sin saber. ¿Por qué...? ¿En qué...? ¿A qué...? ¿Conoces...? ¿Te atreves...? ¿Te asusta...? ¿Te costó...? ¿Qué es peor...? ¿Cuáles...? ¿Qué pensamientos...? He de ser sincero porque creo que ya he tocado fondo.
 
Llegado este punto del alegato -ahora pongo la cara de los entierros-, aviso: no me dejaré amedrentar, si me sigue amenazando tendrá que responder ante los tribunales de justicia. Y para que se diga, y para que se sepa, advierto que sigo teniendo muy buenas amigas, que existen juezas hermosas con interminables piernas y abogadas cuyo argumento mejor es su mirada, o sea, que se atenga a las consecuencias. Yo no estoy solo. A mí no se me puede preguntar lo que no sé, y si digo que no sé no sé.

Tu última apuesta. Aquí, ahora: ¿doble o nada?

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